domingo, 6 de abril de 2008

“Entre rosas y espinas”,
de Isabel Toro Silva
Portada e ilustraciones interiores:
M. Eugenia Walker Vicuña
Santiago, Ediciones Caballo de Mar, 2008
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Prólogo de Miguel Acuña Bustamante
(Filósofo, Escritor, Académico Universitario)
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Todo texto poético es necesario. Para la autora, para los lectores, para que la vida fluya como tiene que ser, vivida sensiblemente, donde el espíritu se regocije simplemente de sentir y plasmar lo que todo humano requiere: poetizar.
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Este texto tiene varias texturas. Comienza con la infancia inevitable de niña “de campo”, tal es el caso de Infancia, donde se dejan sentir los aires rurales y se constata la inocencia a través del canto a la pura hermosura de la naturaleza. Es un poema testimonio que nos hace envidiar la paz de un espíritu tranquilo en franca contemplación. Este mundo rural nos hace visualizar algo más que plácidos paisajes; nos abre al ser de aquello animal que contemplado nos remite a lo humano: “Los bueyes, ojos mansos,/ piensan y piensan sus penas,/ amarradas sus cabezas...”, mientras tanto la autora con un dejo de entrega y término gira en un girasol y se eleva más allá de las nubes y ‘se diluye’ “en la noche quieta”...
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Otra textura se trasunta en la siguiente pregunta: ¿qué hay de la mirada de niña que mira al padre terreno y eterno?: la figura del padre aparece, más no es ajena, tal vez una ausencia descrita por la mirada “de azul impenetrable”. Cabe también en este tema Carta de un hijo, donde se confunde y se cruza el padre terreno con el “Padre Dios”, al que se le pide en Alarido: a través de un grito de mujer que es oración poética.
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Pero los recuerdos de niña son mutados rápidamente a la mujer que ama no sólo al hombre de carne y hueso, sino también al hombre universal. Así lo vemos en Sonrió el amor... "Sonrió la luna,/ y parpadeó un lucero, al ver su alegría, se detuvo el tiempo...”. Este espíritu valiente para el amor, aparece como sosiego altruista y se refleja en Contigo, pues la autora quiere ser ‘suavidad en la caricia, abrigo en su soñar, flama de fuego y el motivo de su amor’. Este amor va más allá y da destellos de trascendencia; ¿por qué no creer en su Utopía para poder morir y renacer de nuevo en otra forma de belleza, donde la mariposa no sea más que otra forma de mujer? Pero el dolor de amor no es ajeno en Quiero: “pero me esquivas la copa/ y lágrimas sólo bebo...”. Tampoco las lágrimas pueden reivindicar un dolor quizás de amor: “la lágrima que tarde llega y no limpia nada”. Por eso que El mundo de los espejos grafica la ilusión de las parejas (de amor) que no son sino reflejo del paso de los tiempos que en última instancia “se... hacen añicos...”.
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Así, la autora indaga, además, en los sutiles recodos de la libertad; palabra y vivencia tan esquiva. ¿Cuál es el juego de apariencias que se establece en Eres? Va de la apasionante opresión a la libertad y al final ¿la risa y la risa? Acaso después se nos explica con una referencia concreta en Golondrinas que nos muestra el dolor de aferrarse a la casa, pero también el angustiar por la libertad: dilema fundamental de toda mujer conciente.
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También va a discurrir su poesía por los dolores; tan humanos dicen los dioses. Memoria necesaria del sufrimiento de gran parte del pueblo chileno es Recuerdos hostiles, donde la inocente mirada infantil sirve de soporte para testimoniar poéticamente la nefasta tarea de los socios de la muerte. Sin embargo, este mismo tema es el que después se enrostra de modo natural, se aborda heroicamente en el poema donde Jacobo es muerte y ‘polaca esperanza’.
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Sí, una mujer sensible es la que escribe este poemario, tautología hoy día tan necesaria. Muchas mujeres de este talante necesitamos para que puedan absorber todo el materialismo, los recorridos de mirar sólo las vidrieras, tanto las externas como aquellas introducidas en nuestras casas. Sí, faltan mujeres que no piensen en calcular, faltan las de espíritus enormes que alberguen la naturaleza entera y cuando por casualidad del sistema, lean y escriban llenen la vida más allá de sus patios, sus habitaciones predestinadas o peor aún, sus oficinas ―sucursales del templo mercantilista― y aparezcan más allá del dintel de su puerta, del mero conversar con su vecina, y simplemente tomen la palabra que no se lleva el viento, aquella que debió estar en su poesía, aquella que dice todo lo que tiene que decir.
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Santiago, Enero de 2008.-

1 comentario:

Anónimo dijo...

mmmmmm.....
interesantes palabras....
donde se puede comprar el libro?
un poeta aficionado